Los años ochenta alcanzaron mi adolescencia desorientada y marcada por una niñez llena de abusos y escenas violentas en casa, cosas normales; mi padre alcohólico que en sus ocurrencias golpeaba a mi madre y la falta de habilidad de mi madre para esquivar los trancazos, la agresividad presenciada no hubiera sido completa sin la drogadicción de mis hermanos mayores, los elementos externos tomaron paulatinamente su estructura para elaborar la personalidad de un adolescente incauto, ávido de vivir lo que no sabía qué, pero que quería intensidad como reclamo a la liberación de lo no permitido, que debía encontrar su escape energético en algo que pudiera ayudar a esa liberación.
Los iguales éramos bastantes, juntos y revueltos para sentirnos más y deformar lo establecido, torcer aquello que no checa con lo que siento y pienso, de manera que no comprendo pero que quiero hacer como una forma de lograr ser lo que me prohibieron ser.
Desde la esquina de mi casa se veía el cerro gordo pelón y solo se miraba la rajadota del barranco para extraerle su piedra de cantera rosa, el tren pintaba el aire de negro por el abundante humo que lanzaba desde su chimenea tiznada, aun los pajaritos abundaban en los también abundantes árboles que crecían en los lotes aun vacíos de casas y la sarta de chiquillos jugando a patear una pelota desinflada, su griterío se fusionaba con la mirada del negro que con su estopa bañada en Disolvente industrial no la apartaba de su boca haciendo de micrófono relator del encuentro futbolero.
El cemento, el thiner, el PVC, el FZ10 y hasta el aguarrás eran las sustancias de moda para el chavo lisiado de oportunidades, en mi casa los compadres de mi papa devoraban ya la segunda botella de brandy bueno, mi padre era de categoría en todo, en su rudo trabajo, en su vestir y en su finura personalidad por lo regular, un hombre honesto y franco en su hablar, así eran los fines de semana cuando el liberador sábado llegaba para darnos la oportunidad de placeres guardados en los días cotidianos; Peteneras, el himno de la familia
crecí con eso, Pedro Infante, Jorge Negrete, Pedro Vargas, Chayito Valdés, Amalia Mendoza y un infinito etcétera.
La tocada será en la colonia “el ranchito”, cuestión de que los iguales se juntaran para calentar motores con un porro de mota, unas chelas y vámonos, en el camino una botella de Ron, refrescos y vasos, la tocada está en su punto ruidoso de música salsera, la banda del ranchito no nos debían nada, solo nos miraron sin parar su baile roquero con sus mujeres coquetas de pantalón entubado en mezclilla teñida de grasa para lustrar zapatos, los aretes de plumas y cabello pintado de colores se veía en muchas cabezas zangoloteándose al ritmo del Tre Souls in my mind. Las bolsas de cemento se inflaban y desinflaban al ritmo de la voz rasposa del Alex Lora, en tanto nuestras mujeres se dejaban tocar el trasero, pero no las chiches, esas estaban destinadas al machín del momento y Alma tenía mis manos suaves y delicados dedos cuando ella los necesitara. El aire transportaba el humo de la mariguana quemada de lado a lado, la noche estaba madurando y los iguales ya estaban al roce que el dolor complaciente y locura consumiente otorga el alcohol amariguantado, alucinación delirante de poder sobre otro contrario pero igual, el chiflido desinflo el baile y los iguales “X” contra los iguales “Z” se encontraron cara a cara, puñetazos, palazos, navajas con sangre y fuerza se compartieron mutuamente, los gritos de las chavas enardecían el terror de ser vencido y la golpiza se hizo salvaje sin mirar daño, solo urge ganar pero es difícil en terreno ajeno por eso el chiflido del líder nos hizo correr para ningún lado.
Llegue junto con el flaco, el mefistofeles y la colorina a la esquina del barrio reagrupándonos con el resto de los iguales, unos descalabrados sin limpiar la sangre a propósito para mostrar al resto de los iguales que recibió pero repartió por lo mismo, la lealtad mostrada sin palabras amarraba los lazos con más fuerza cumpliendo con el mandamiento del más cabron, chavos banda que salían de familias iguales a la carencia de virtud y abundancia de ignorancia elemental para seguir esclavos. La juerga continua en el barrio alrededor de la fogata para mostrar el levantamiento de guerra contra los del
ranchito, festejar nuevos enemigos y prepararnos para la siguiente batalla.
María no tenía más de 15 y su metamorfosis corporal se hacía acompañar de marihuana y alcohol, no harían su fiesta de 15 años porque su papa murió en una balacera del barrio y quedo tirado frente a su casa después que enterrara una navaja en el estómago del compadre al descubrir que se metía con su esposa no amada, solo defendió la ofensa no al amor. Por eso María quedo huérfana de padre y su única compañía era la madre infiel a la que nunca perdono, la marihuana le hizo bien apenas la probo, y para ser aceptada por la banda debió dejar que 5 iguales elegidos por ella usaran su cuerpo hasta entonces intocable, yo fui el primero de su lista porque sabía que solo yo podría defenderla de que el resto no la tocara, me convenció y para proclamar a María de mi propiedad fue necesario recibir una madriza por los elegidos, el principio fue difícil para ellos, las batallas viejas ya me habían dado destrezas pero caí al suelo sin poder volver a levantarme, el machín mayor me abrazo dando por sentado que ahora María era solo mía, nadie volvió a reclamar, olvide a Alma y me quede con María y su cuerpo, desde entonces nunca se separó de mí.
Me despedí de mi madre haciéndole saber que María y yo nos entendíamos, mi madre solo me persigno con un cristo pequeño y con su cara de angustia, di vuelta para no voltear a ver las lágrimas de fracaso maternal, me fui de la casa. María me esperaba en el poste de la esquina y fuimos a la azotea del vecindario de Doña Faustina, un cuarto y un baño es todo lo que había, las cosas de dormir, la estufa, las sillas y demás cosas fueron apareciendo cuando el fruto de mis robos así me lo permitieron, las cosas mejoraron por medio de la venta de marihuana; el “Gato” me daba una parte con comisión; manufacturar el producto y distribuirlo era parte de mi trabajo, la experiencia me decía que debía ir yo por mi propia cuenta y que ser enemigo del resto de las bandas no convenía al negocio, cuando fui a la sierra por una carga conocí “Al Gordo”, viejo ex militar, barbón, canoso y mal hablado, al quinto viaje me aconsejo, “Si no quieres competencia quítalos”.
Primero tumbe al “Bato”, él dominaba todo el barrio sur y fue fácil, una borrachera fingida, esperar la madrugada y quedar solo con él fue lo más difícil, hundir la navaja en su estómago y explorar su garganta a cielo abierto fue agradable, la mano ejecutora guardo el recuerdo del hundimiento blando que entra con una promesa y sale con su alma enganchada al filo, la garganta fue solo para despistar.
El Gordo tenía razón; mis clientes crecieron, deje de seguir a los iguales para liderar al resto de las bandas desde la azotea, la que se convirtió en zona neutra; en tiempo de sequedad todo animal se reúne en el lago para beber agua sin que nadie se destroce. Solo me faltaba “El gato” el más viejo en el negocio y que por razones lógicas se apartó de mí, nunca acepto nada de mí, su dominio de la zona norte era muy grande así que debía comprar a un cercano a él para que me hiciera el favor de tumbarlo.
María estaba embarazada y tuve que golpearla para que dejara de fumar marihuana, la encerré en el cuarto mientras atendía el negocio y salía por más carga, mi ruta de traslado estaba cubierto por mi comandante, para tener a los clientes contentos debía pagar ocasionalmente el alcohol y emborracharme con ellos, fue ahí una de tantas que conocí al “gatito” hijo menor del Gato, lo trate tan de maravilla que a diario iba por mí para ayudarme a lavar la troca y otros mandados pues sabía que su padre lo había corrido de la casa, primero pensé que era truco del Gato pero todo se borró cuando el gatito se desahogó; “Él dice que no soy su hijo, siempre me trato como perro hasta que me corrió”.
La idea me la dio el chaval de quince años, cuando me confeso su deseo de matarlo, y los amigos se ayudan a cumplir sus deseos mutuos;

 

 

  • “Tu lo matas y te quedas con su negocio y nos hacemos socios” …
  • ¿y su esposa? También la matas al cabo que no es tu mamá…
  • de acuerdo.
    Al gatito no lo vi en una semana, después de saber que el Gato Mato a su esposa y luego se mató. Pero el relato del gatito me revelo la verdad:
  • “Me metí a la casa en la noche, mi papa estaba tomando con su esposa y no me vieron, entre a su cuarto por la pistola que siempre guardaba bajo su almohada, baje al comedor y le puse la pistola en su cabezota y dispare en su frente, la señora horrorizada se aventó sobre mí y le di dos balazos uno en el pecho y otro en su parte, limpie la pistola la puse en la mano de mi papa y jale gatillo así… le di otro a la señora y así los deje, seque la maleta de dinero y me salí de ahí. Me metí a un hotel y deje que la policía me encontrara pues yo soy el único, tú sabes que mis hermanos están en el gabacho, me interrogaron y les dije que yo no vivía ahí desde hace más de dos meses, me dejaron, ahora solo voy a vender la casa, también saque mis papeles; el gatito me mostro su acta de nacimiento, efectivamente el Gato, era su padre.
    Ahora la zona norte estaba bajo mis dominios, lleve a María al depa de lujo que compramos en el centro, le ha ido re bien, hasta artista de telenovelas va a ser, la azotea siguió siendo la zona neutral desde que compre todo el edificio, cuando aparece un nuevo vendedor el gatito se encarga de tumbarlo, ahora somos familia.